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Inspiración

Inspiración
Pepe Biondi

jueves, 2 de junio de 2011

El sentido común La opresión de los sentidos

El sentido común

La opresión de los sentidos

Arriesgados sobre el cordón agudos adolescentes traslucían a viva voz, el diálogo contradicción, de argumentos inconvenientes para la tranquila ignorancia.

Me acerque hasta donde pude curioso del temario, pero una fuerte atracción me incorporó al peldaño que se unía al empedrado percudido por las pisadas.

Y por esas cosas de los jóvenes que se niegan al islote, abriendo paso a lo fraterno de los terruños, fomentaron mis oídos.

Ya era parte de sus voces animadas que se oponían al látigo

Del sentido común

Resistiendo

La opresión de los sentidos



El sentido común

La opresión de los sentidos (parte II)

Agraciado por sus vehemencias, uno de ellos -Se lo notaba agotado como una estaca machucada- vociferó

¡Piensa, usa el sentido común! ¡Es lógico que sea así!

Rápidamente y aprovechando una distracción, Me alejé hacia el árbol más cercano, me apoye en el y me pregunté

¿El sentido común? ¿Aclara el todo?

En silencio susurrar, advertía

La vida de estos adolescentes se enfrentaba al perpetuo

De la imposición



El sentido común

La opresión de los sentidos (parte III)

Entre luces de la tarde se ocultaba a la luna que aproximaba su figura

Volví al ruedo de los fugitivos del prelado

En ronda me senté y les pregunté

¿Que regalos habían recibidos cuando chicos?

Sorprendidos me miraron

Yo siempre tuve cochecitos, trenes -me contesto uno de ellos-

Que seguía desorientado y a continuación dijo

-¿Y que tiene que ver con el sentido común?

-¡A mi me gustaban los cochecitos! - en sincero aporte de Lucrecia

-Pero me regalaban muñecas, ositos, planchas, cocinas, espejos,

Pinturitas para la cara

-Nunca me preguntaron porque

-Corría velozmente al patio de Facundo

…Se contentaban tras la lógica sensata del sentido común

-Que yo gustaba de el

-¡Pero no era eso!

-Me tiraba al piso a arrastrar los autitos

-De todos los modelos que te podías imaginar

-Tenías que ver mi cara de felicidad

-Pero la fatalidad se llevo a mis viejos sin saber porque

-Corría velozmente al patio de Facundo



El sentido común

La opresión de los sentidos (parte IV)

Pedro, el personaje quien había voceado

¡Piensa, usa el sentido común!

Desconcertado miro a Lucrecia y le dijo -Pero a las nenas les gustan las muñecas, Vos serás un caso especial.

Sin duda todo había caído para Pedro, lo racional de sus pensamientos entraban al movimiento de las cosas, de la vida, que creyó tenerlo todo resuelto.

Y como peleando con las contradicciones que lo atormentaban, caminaba murmurando de un lado a otro, y fue un tropezón causado por esa baldosa que el sol hace muchos años fragmentó, que abruptamente freno su lucha interna y concedió el triunfo a lo nuevo.

-claro, ahora creo entender porque mi madre se queja tanto- dijo Pedro

-claro, ella le dice a mi padre, ¿porque tengo que hacerme cargo de la crianza, la alimentación, la limpieza? ¿Por qué tengo que estar lista para el amor para los momentos que a vos se te ocurran?

Mientras mi padre se alejaba diciendo ¡las cosas son así querida, yo no tengo la culpa, la sociedad está organizada así!

-claro, si las cosas son así para que insistir en cambios- proseguía su relato intercalando profundos suspiros al airé, como liberándose de la quietud de las formas.

Cansado, se sentó sobre el mármol de entrada de aquel zaguán que conducía a los menesteres del viejo conventillo, y dijo

-¿Por qué mi madre debe cargar con todo esto? ¿Ese es el destino de todas las mujeres, de Lucrecia?



El sentido común

La opresión de los sentidos (parte V)

Anochecía y los adolescentes decidieron hacer una juntada de plata, algunos billetes y monedas, para comprarle un par de pizzas a don Fausto, que las hacía riquísimas.

Me invitaron a participar de esta transacción y colabore con lo que tenía, no era mucho pero alcanzo para acompañar la comilona con unas cervezas.

Entre porción y porción acordamos traspasar en limpio lo que nos parecía que estaba atado al sentido común. Y para no pisarnos cada uno largaba un ejemplo esperando su lugar.

Empezó Facundo – cuando nacemos a los varones nos visten de celeste, y a las nenas de rosa- renegando del sin fin de colores y sus combinaciones.

Continuó Lucrecia – a las nenas nos regalan juegos de cocina, ya de chiquita nos inculcan y nos preparan para las tareas que tendremos asignados cuando grandes. En cambio a los nenes les regalaban cohetes, preparándolos según las prudentes normas del sentido común, para las grandes cosas. Renegando a la naturaleza de las capacidades y su sin fin de combinaciones que podemos compartir.

Pedro agregó – en la antigüedad las mujeres no tenían derechos al igual que los esclavos e inmigrantes. Hasta hace no más de 60 años las mujeres no podían votar.

Sin disimular mi asombro por sus conclusiones, les dije -Hasta el día de hoy muchas mueren por no tener derechos a decidir sobre sus cuerpos. Hasta el día de hoy además de trabajar deben garantizar el cuidado del hogar y los hijos. Hasta el día de hoy son objeto del maltrato sexual, físico y sicológico por parte del sentido común que dice que el hombre es el jefe de la familia.



El sentido común

La opresión de los sentidos (parte VI)

Estos jóvenes que reconocían la injusticia que oprimía sus sentidos, desvainaban las herramientas para cambiar las cosas y poner todo en movimiento, en la granalla de la ida y vuelta para un nuevo inicio.

Estos jóvenes que se anoticiaban de las formas de dominación de los credos, los señores dueños y sus funcionarios, cuestionaban su estado de cosas y la ideología de lo racional, especulativo, lo procedente del sentido común. Clarificando al hombre trabajador de la falsa conciencia que le dio supremacía por sobre la mujer, condenándolo a la esclavitud.

Hombre, mujer juntos deben estar para alcanzar el triunfo por liberar los sentidos.

Pedro, Lucrecia y Facundo

Los Pedros, las Lucrecias y Facundos preparan el futuro, por cierto mejor.

Rubén Cruz*

Diciembre 2010

Sobre tallos y sedas

Afectos

Me asomo a la cabaña
Y te presentabas ruborizada
Escondiendo las flores
Del rosedal vecino

De ruca en ruca
Y vos nuevamente…
Me acariciabas en pétalos
De tallo espinoso
Por los intentos
Con poca fortuna
De afectos



Extrañar

De sosiego
Frondoso capullos
Al escucharte llegar
Al final del día

Cuando el dormir
Ganaba a mis ojos
Quebrando el conciente
De los recuerdos
Sin ti




Palabras de amor

Amor, ternura
Cariño, estima
Adoración, apego
Palabras que ambicionan
Los sentidos
… todos los sentidos

Y los transforman
En otras palabras
Pasión, frenesí
Ímpetu, entusiasmo
Que se renueva
En cada amanecer

Que muere
En los sueños
Para volver a chispear
Buscando tú agua



Por esos trastos

Arrinconando la broza
De mi madero placard
Ahuyento el exilio
Del ropaje
Que vuelvo a atesorar
Sobre la cama
De viejos elásticos

Bulevar sin árboles
Aguarda la decisión
Que se moverá por sus baldosas
Por esos trastos que enunciaran
El revés de la soledad




Desde siempre

Desde siempre
Busque tus mejillas
En el andurrial
De los barrios bajos

Desde siempre
Aprecie tu ángel
Acariciando el niño
Que había tropezado

Desde siempre
Me imagine en tus brazos
Perpetuando el momento
De la partida

Desde siempre
Te ame




Como el hollejo

Como el hollejo
Tu piel se desliza
Sobre tu fruto
Que herido
Se resquebraja

Hambriento animal
Que no supo distinguir
Tu olor, tu color

Sal aunque no sea tu tiempo
Aprende la bondad y la crueldad
Y como el escudero
Sirve a los tuyos
Para su momento
Que pronto llegará




Lo haré mañana

Pensé en acompañarte
A tus paseos matinales
Sincerando mí pesar
Por los años rutinarios
Que no supe cambiar

Pero una vez más
Siento que ya es tarde
Aflorando en mi pudor
Una nueva dispersión

Lo haré mañana
Tal vez lo haga
No lo se

Por favor despiértame
No quiero morir
Sin pedirte perdón




Estación de los amores fugases

Me acerco a la estación
De los amores fugases
Me apresto a bajar del tren
Que abunda de enamorados

Nos encontramos caminando
Por el andén del cielo
Y ya podemos mirar
El refulgente de sus ojos
Que apresura al guarda
A anunciar los encue
ntros